Las tensiones militares entre Irán e Israel reconfiguran el tablero económico internacional con efectos inmediatos en energía, monedas y bolsas de valores.
El crudo se dispara y enciende las alarmas globales
El estallido del conflicto ha provocado un fuerte aumento en los precios internacionales del petróleo. La posibilidad de interrupciones en los envíos desde el Golfo Pérsico —clave para el tránsito de crudo mundial— elevó el barril por encima de los $75, en medio de temores de que el estrecho de Ormuz pueda verse afectado por represalias o bloqueos. Este repunte amenaza con traducirse en presiones inflacionarias globales, especialmente para los países dependientes de importaciones energéticas.
Las perspectivas de una escalada prolongada provocan incertidumbre en el mercado energético. Si las exportaciones iraníes se reducen drásticamente y los flujos marítimos se interrumpen, los precios podrían seguir escalando, afectando la producción industrial, el transporte y el consumo en todo el planeta.
“inversiones refugio” al alza
Los índices bursátiles respondieron con caídas contundentes. La reacción inmediata de los inversionistas fue deshacerse de activos de riesgo y refugiarse en metales preciosos o monedas consideradas seguras. Este comportamiento refleja el temor a una crisis prolongada que altere las proyecciones de crecimiento económico, particularmente si el encarecimiento de la energía se traslada al consumidor.
Por otro lado, las acciones del sector defensa y energético mostraron aumentos, ante la expectativa de una mayor demanda tanto de armamento como de combustibles alternativos, en caso de que el conflicto interrumpa suministros estratégicos.
Golpes internos para Irán e Israel
La economía israelí ya sufre los efectos de una ofensiva prolongada. El gasto militar se ha disparado, mientras que el ausentismo laboral debido al estado de emergencia impacta el ritmo productivo. A esto se suman daños a la infraestructura y la incertidumbre en sectores clave como el turismo y los servicios.
En Irán, la situación es aún más delicada. La guerra añade presión a una economía ya golpeada por sanciones y una inflación persistente. El temor a una escalada ha llevado a una demanda masiva de alimentos, combustible y productos básicos, lo que desestabiliza aún más los mercados internos y presiona al rial, la moneda local.
Pronóstico reservado
El conflicto entre Irán e Israel ha desatado no solo una crisis militar, sino una nueva fase de inestabilidad económica mundial. La posibilidad de una guerra de largo aliento podría afectar la recuperación global, comprometer la estabilidad de los mercados financieros y prolongar el ciclo inflacionario que muchos países apenas comenzaban a superar.
La situación exige atención no solo por su dimensión geopolítica, sino por su capacidad de contagio económico. Si no se contiene pronto, este nuevo foco de tensión podría convertirse en el factor externo más decisivo para el rumbo económico del segundo semestre del año.
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