El arranque de 2025 ha dejado a muchos analistas rascándose la cabeza. Mientras algunos proyectaban un crecimiento moderado, los datos más recientes muestran que la economía de Estados Unidos se encogió a una tasa anualizada de -0.5%, marcando su primer retroceso trimestral desde el 2022.
Este inesperado descenso es más grave de lo que anticipaba la segunda estimación, que apuntaba a una contracción del 0.2%. Según los analistas, la caída tiene múltiples responsables, pero los más destacados son el debilitamiento del consumo y una decepcionante cifra de exportaciones.
El gasto de consumo, que representa el 68% del Producto Interno Bruto, creció apenas un 0.5%, frente al 1.2% estimado anteriormente. Se trata del ritmo más lento desde el oscuro 2020.
En el frente externo, las exportaciones se elevaron solo un 0.4%, una gran decepción si se compara con el 2.4% proyectado anteriormente. Esta debilidad no fue compensada totalmente por la revisión a la baja en las importaciones, que crecieron un 37.9% en lugar del 42.6% calculado previamente. El aumento de las importaciones responde, en parte, a una anticipación por parte de consumidores y empresas ante una inminente ola de aranceles.
El gasto del gobierno federal también fue un lastre, con una caída del 4.6%, la más profunda desde el primer trimestre de 2022. En contraste, la inversión fija ofreció un rayo de luz al subir un 7.6%, su mejor marca desde mediados de 2023, aunque por debajo del 7.8% estimado en la lectura anterior.
Por componentes del PIB, los datos revelan la estructura básica de la economía: el consumo de bienes y servicios representa un 68% (23% en bienes y 45% en servicios), mientras que la inversión privada pesa un 16% y el gasto público un 18%. Las exportaciones aportan un 13.5% y las importaciones restan un 16.5%, lo que genera un saldo neto negativo del 3% al PIB.
Este resultado pone en alerta a economistas e inversores. El retroceso no solo interrumpe una racha de crecimiento, sino que sugiere que los factores internos y externos están generando una presión más fuerte de lo esperado. Todo esto en medio de un clima global aún incierto y con la política monetaria de la FED bajo la lupa.
¿Se trata de un simple bache o el inicio de una desaceleración más profunda? Los próximos trimestres darán la respuesta.
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