El ambiente en la Reserva Federal (FED) se torna cada vez más complejo. Las actas de la última reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) revelaron un panorama de consenso sobre la necesidad de reducir las tasas de interés, aunque las diferencias internas persisten respecto a la magnitud y el ritmo de las medidas. Entre la prudencia y la presión económica, el banco central enfrenta una coyuntura que pondrá a prueba su equilibrio entre inflación y empleo.
El informe mostró que la mayoría de los miembros coincidió en que la tasa clave de préstamos a un día debía ajustarse a la baja, considerando señales de debilitamiento en el mercado laboral. Sin embargo, la discusión giró en torno a si deberían aplicarse dos o tres recortes más antes de finalizar el año. Actualmente, el rango objetivo se ubica entre 4% y 4.25%, tras el recorte de un cuarto de punto aprobado en la reunión del 16 y 17 de septiembre.
De los 19 funcionarios del comité, 12 votan activamente, y la decisión se resolvió por un estrecho margen de 11 a 1. El único voto disidente fue el del recién nombrado gobernador Stephen Miran, quien se pronunció a favor de una reducción más agresiva de medio punto. En declaraciones posteriores, Miran explicó que consideraba urgente aplicar una flexibilización monetaria más profunda para contrarrestar la pérdida de dinamismo en la economía.
El documento también reflejó inquietud ante la fragilidad del empleo y el impacto de los aranceles comerciales. Aunque los funcionarios reconocieron que las tarifas impuestas por el presidente Donald Trump elevaron temporalmente los precios, descartaron que representen una amenaza inflacionaria sostenida. Varios participantes advirtieron, no obstante, que el cierre del gobierno federal podría complicar las próximas decisiones de política monetaria, ya que la falta de datos económicos dejaría a la institución “volando a ciegas”.
Según las proyecciones, la FED contempla dos recortes adicionales de 25 puntos base antes de concluir 2025, con un último ajuste previsto para 2026, hasta estabilizar la tasa en torno al 3%. Pese a las diferencias internas, el mensaje fue claro: la prioridad es mantener la flexibilidad para responder a un entorno económico volátil sin poner en riesgo la estabilidad del empleo ni la confianza de los mercados financieros.
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