Mientras en la isla se encienden las luces navideñas y se preparan las ventas del Viernes Negro, debajo del ambiente festivo persiste una sensación de presión constante sobre el bolsillo. Entre facturas de luz más altas, carros de compra más vacíos y comercios calculando cada movimiento, hogares y empresas tratan de adaptarse a un entorno económico exigente.
La presidenta de la Cámara de Comercio de Puerto Rico, la licenciada Margaret Ramírez Báez, advirtió que, aunque la inflación luce “sostenida”, el alza en los precios al consumidor se siente con fuerza, especialmente en la comida. La carne, en gran medida importada, refleja el peso de los costos logísticos y aranceles que terminan en la cuenta final: “los consumidores ven que el dinero no le da, pero las necesidades siguen allí”. La alta dependencia de productos del exterior amplifica cualquier choque de precios globales.
En el frente productivo, no todo son malas noticias. Sectores como la biofarmacéutica y los dispositivos médicos continúan liderando y atrayendo capital del exterior. Según Ramírez Báez, el efecto de los aranceles de Donald Trump ha llevado a empresas de Estados Unidos, Europa y Asia a relocalizar operaciones en la isla, buscando certificaciones de “made in USA” y un marco regulatorio similar al estadounidense. En lo que va de año, estimó, se han canalizado más de $2,000 millones en nuevas inversiones, generando empleos cualificados.
El consumo, sin embargo, viene con matices. El gasto de fin de año se mantiene, pero con un comportamiento más calculado: se priorizan compras postergadas como electrónicos y artículos del hogar, se comparan precios en internet y se espera la “oferta real” antes de pasar la tarjeta. La propia Cámara utilizará las ventas del Viernes Negro como termómetro clave del ánimo económico.
La licenciada Ramírez resumió las prioridades para mejorar la competitividad: menos trabas para hacer negocios, un sistema eléctrico estable y a costo justo, permisos ágiles con más autocertificación y una reforma tributaria “completa y holística” que alivie a individuos y empresas, recordando que Puerto Rico carga con “el segundo impuesto base corporativo más alto en el mundo, 37.5%”.
En un contexto de tarifas elevadas e inflación persistente, la disciplina en el gasto y la urgencia de reformas estructurales serán determinantes para el rumbo de la isla en 2025.
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