En pocos días, la comunidad académica de Estados Unidos pasó de debatir avances en laboratorios a enfrentar la violencia irracional en sus propios pasillos. El asesinato de un destacado físico del MIT, horas después de un tiroteo mortal en Brown University supuestamente perpetrado por un ex-estudiante con el que compartía pasado académico, dejó un vacío de respuestas y alimentó todo tipo de interrogantes sobre los motivos reales detrás de los ataques.
El laboratorio que mira más allá de los fósiles
El profesor Nuno Loureiro era una figura central en el Plasma Science and Fusion Center del MIT, donde coordinaba a cientos de investigadores en temas relacionados con plasmas y fusión nuclear, una de las apuestas más ambiciosas para lograr energía de alta capacidad con menos residuos y sin la lógica de extracción que domina el petróleo y el gas.
La fusión, si alguna vez se consolida en escala comercial, no solo cambiaría la matriz energética, sino que podría alterar los flujos de poder de un modelo capitalista que se apoya en monopolios de recursos, infraestructura fósil y cadenas de suministro pensadas para mantener rentas de escasez.
Ese tipo de investigación coloca a los científicos en una zona delicada: son celebrados como símbolos de innovación, pero al mismo tiempo se encuentran en un terreno donde grandes corporaciones, estados y fondos de inversión mueven intereses multimillonarios y compiten por controlar patentes, licencias y estándares técnicos. Desde una mirada crítica, su figura encarnaba el perfil del investigador que puede acelerar el tránsito hacia fuentes de energía que, a largo plazo, reduzcan el poder de los actores que hoy dominan la economía fósil, un escenario que inevitablemente genera resistencias políticas y económicas.
Sin embargo, ni los investigadores ni los informes oficiales han presentado indicios de presiones directas, amenazas explícitas o intentos de frenar sus trabajos desde esos sectores, por lo que cualquier vínculo entre su asesinato y una represalia organizada sigue en el terreno de la especulación, y no se pueden tratar como hechos verificados.
El exalumno, Brown y la violencia sin manifiesto
Las autoridades identificaron como principal sospechoso a Claudio Neves Valente, un ex-estudiante de física de Brown con el que la víctima, el profesor Nuno Loureiro, compartió años de formación en una universidad de Lisboa, país de donde ambos eran oriundos. También se presume que Neves es el autor material del tiroteo en un aula de economía en Brown días antes del asesinato.
La secuencia reconstruida por la policía muestra un patrón: el sospechoso se desplazó durante días por los alrededores del campus, atacó en una clase con decenas de estudiantes y luego viajó a la zona donde vivía el profesor, para finalmente aparecer muerto en otro estado, aparentemente por suicidio, junto a varias armas.
No hay manifiestos, correos divulgados ni mensajes públicos que expliquen su motivación; tampoco reivindicaciones políticas que conecten directamente los ataques con una postura contra la investigación en fusión o contra el capitalismo. En ausencia de esa evidencia, la interpretación más prudente habla de una mezcla de resentimiento personal, fracasos académicos y posible fijación con figuras y espacios que marcaron su biografía, antes que de un plan coherente para silenciar a un científico por sus hallazgos.
Lo que revela el caso sobre ciencia y poder
Aunque el expediente aún está lejos de cerrarse, el impacto simbólico ya es claro: un investigador clave en una tecnología potencialmente transformadora muere sin que la sociedad reciba una explicación creíble y completa. Ese vacío alimenta teorías, pero también expone la fragilidad de quienes trabajan en áreas donde la frontera entre conocimiento, intereses corporativos y seguridad personal se vuelve cada vez más difusa.
Más allá de si el ataque fue fruto de una conspiración o de una tragedia marcada por la descomposición individual del sospechoso, el caso obliga a preguntar quién garantiza que las personas que empujan cambios profundos en el modelo energético puedan investigar sin convertirse en blanco de violencias que luego se despachan como episodios aislados.
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