La posibilidad de que Donald Trump busque recuperar el control del Canal de Panamá no es un escenario descartable si se analizan tanto su historial como sus recientes posicionamientos geopolíticos.
Durante su primer mandato, Trump mostró una inclinación por revertir acuerdos internacionales que, según él, comprometían los intereses de Estados Unidos. Esta postura, evidenciada en su retirada de acuerdos como el Tratado de París o el pacto nuclear con Irán, se alinea con su visión de fortalecer el poder económico y estratégico de su país a toda costa.
El Canal de Panamá, entregado oficialmente a Panamá en 1999 bajo los términos del tratado Torrijos-Carter, sigue siendo un punto crítico para el comercio mundial y la influencia militar. Trump, quien con frecuencia subraya su postura “America First”, podría considerar que recuperar cierto grado de control sobre el canal reforzaría el dominio de Estados Unidos en la región. Además, su discurso anti-China podría ser un catalizador, dado el creciente rol que empresas chinas han asumido en torno al canal en los últimos años.
Sin embargo, un intento por revertir la soberanía panameña sobre el canal enfrentaría múltiples obstáculos. La comunidad internacional, incluida América Latina, vería esta medida como un acto imperialista, dañando aún más la reputación de Estados Unidos en la región. Además, la estrecha vigilancia que Trump ha enfrentado tras su primer mandato complicaría la viabilidad política y diplomática de una acción tan controvertida.
Aunque improbable en términos prácticos, la retórica de Trump y su historial de decisiones disruptivas hacen que la posibilidad de buscar influencia sobre el Canal de Panamá no sea del todo descartable. Su regreso a la Casa Blanca podría, como mínimo, reavivar debates sobre el control de esta estratégica vía marítima.