La tensión aumentaba desde hace días, alimentada por publicaciones incendiarias de Trump y declaraciones que hacían temblar los mercados. Pero en un inesperado giro, el presidente de los EE. UU. cambió el tono y desactivó —al menos por ahora— dos de las bombas políticas más delicadas de su mandato.
Trump no descartó bajar los aranceles impuestos a mercancías chinas, pero puntualizó que la tasa no será del 0%. “Es cierto que el 145% es muy alto. No será tan alto”, dijo durante una rueda de prensa este martes 22 de abril. “Bajará considerablemente, pero no será del 0%. Antes era el 0%. Nos destruyeron. China nos ha estado engañando. Esto no va a pasar”, agregó.
“Vamos a ser muy buenos con China, tenemos una gran relación con el presidente Xi [Jinping]”, reiteró. “Creo que estarán contentos”, concluyó.
También dijo que no tiene intención de despedir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, después de haberlo atacado duramente en redes sociales en días previos.
“Me gustaría verlo un poco más activo en términos de su idea de bajar las tasas de interés… pero no, no tengo intención de despedirlo”, declaró desde la Oficina Oval. La semana pasada había escrito que “¡el despido de Powell no puede llegar lo suficientemente rápido!”, y el lunes repitió que si quería que se fuera, “se iría rapidísimo”.
Estas declaraciones se produjeron tras especulaciones sobre su intención de desafiar la independencia de la FED, lo que provocó una caída en los mercados bursátiles, el debilitamiento del dólar y un alza en los rendimientos de los bonos.
La posibilidad de despedir a Powell habría desatado una batalla legal. Las leyes establecen que solo puede ser removido por causa justificada, como mala praxis. “Captó la indirecta. Despedir a Jay sería un autogol catastrófico”, afirmó Mark Spindel, gestor de inversiones y experto en la historia de la FED. Según él, cualquier intento de “capturar” la Reserva Federal podría generar desconfianza en los mercados, aumentando los costos de endeudamiento y afectando negativamente tanto al presidente como a la economía estadounidense.
Por ahora, la independencia del banco central parece a salvo… aunque nadie baja la guardia.
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