Vive rodeado de historia, poder simbólico y es un líder espiritual con más de 1,300 millones de personas bajo su manto. Pero, ¿el Papa recibe un salario como jefe del Estado Vaticano y máxima autoridad de la Iglesia Católica?.
Desde el inicio de su pontificado en 2013, el Papa Francisco renunció a cualquier forma de salario. De hecho, fuentes del Vaticano han confirmado que el pontífice “no percibe ningún tipo de remuneración económica”. Su sustento, alojamiento, alimentación, transporte y todos los recursos necesarios para ejercer su función son asumidos por el propio Vaticano, como parte del funcionamiento del Estado.
Francisco, conocido por su estilo de vida austero y por renunciar a muchos lujos asociados al cargo, vive en la residencia de Santa Marta, en lugar del opulento Palacio Apostólico que albergó a sus predecesores. Con una fuerte orientación hacia la humildad, ha promovido una imagen de Iglesia cercana a los pobres, y su elección de rechazar un salario no hace más que reforzar esa postura.
Históricamente, algunos papas sí contaban con asignaciones económicas personales, aunque nunca se habló de sueldos en términos convencionales. La figura del papa está más allá de la lógica laboral: es jefe de Estado, líder religioso y figura moral, y el aparato del Vaticano cubre todas sus necesidades materiales.
El Papa Pío XII, quien gobernó la Iglesia entre 1939 y 1958, recibía un salario simbólico. Según algunas fuentes vaticanas y estudios históricos, su asignación mensual era de aproximadamente 750 liras italianas, una cantidad modesta incluso para la época. Este monto se le entregaba como jefe de Estado del Vaticano, pero él mismo no lo usaba para fines personales, sino que lo donaba para obras de caridad y necesidades eclesiásticas. Desde entonces, no hay evidencia de que papas posteriores hayan recibido un salario formal como remuneración personal.
En términos prácticos, el pontífice no necesita dinero para su vida diaria. Pero su influencia sobre el presupuesto de la Santa Sede es total, y aunque no lo administre directamente, lo supervisa a través de los órganos económicos del Vaticano.
En definitiva, el papa no cobra un salario, pero tampoco lo necesita. Lo que posee es algo distinto: poder espiritual, autoridad moral y una estructura que garantiza todo lo necesario para su misión.
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