Un alto ejecutivo voló discretamente a Washington la semana pasada. La misión era clara, pero el terreno estaba más minado que nunca. Mientras las acciones subían y los inversionistas esperaban respuestas, en los pasillos del poder se debatía mucho más que una simple transacción.
Nippon Steel ha redoblado su apuesta en suelo estadounidense con una inversión que ya roza los $14,000 millones, de los cuales hasta $4,000 millones se destinarían a una nueva planta siderúrgica, si la administración Trump aprueba la controvertida adquisición de US Steel. La operación, bloqueada por Joe Biden en enero por razones de seguridad nacional, ha sido objeto de una nueva revisión que vence este 21 de mayo.
Los japoneses han ido más allá de lo previsto: inicialmente ofrecieron $1,400 millones en incentivos y ahora han elevado esa cifra a $2,700 millones, incluyendo la promesa de mantener la sede de US Steel en Pensilvania. Según el abogado Nick Klein, “el aumento de la inversión para expandir la producción de acero en Estados Unidos es crucial para nuestra seguridad nacional. Creo que la administración Trump lo reconoce y aprobará el acuerdo”.
No obstante, no hay garantías. Trump ha sido ambiguo: desde dar la bienvenida a una simple “inversión” hasta sugerir una participación minoritaria. Pero el nuevo paquete de inversión —que incluye $11,000 millones en infraestructura y una planta que escalaría de $1,000 a $3,000 millones— es una clara señal de que Nippon Steel está dispuesta a todo.
“El presidente Trump no solo ha revitalizado esta alianza… la ha hecho grande”, exclamó la senadora Kim Ward. Mientras tanto, la tensión política y comercial continúa al rojo vivo.
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