El terreno escarpado de Texas Hill Country esconde una amenaza silenciosa. Quienes conocen la zona saben que, cuando cae demasiada agua, la tierra no logra absorberla y el agua desciende con fuerza imparable hacia cauces ya trazados por la historia.
La madrugada del 4 de julio, varios campamentos infantiles fueron golpeados por una crecida del río Guadalupe clasificada como un evento que ocurre una vez cada 100 años, es decir, con una probabilidad anual del 1%. Según datos de FEMA, muchos de estos campamentos se encuentran dentro de zonas con una probabilidad de inundación anual del 1% o incluso del 0.2%. “Texas ya ha sufrido múltiples inundaciones peligrosas este año”, y esta fue una de las más letales.
Decenas de victimas
Camp Mystic, ubicado en la confluencia del South Fork Guadalupe y el arroyo Cypress, confirmó la muerte de al menos 27 campistas y consejeros. “Estamos en contacto con las autoridades locales, que continúan la búsqueda de las niñas desaparecidas”, indicó la institución.
Existía un campamento cerca que no sufrió daños masivos
A pocos minutos de allí, el Campamento La Junta, aunque parcialmente en zona inundable, logró evitar víctimas. “Todos esos chicos quedaron bastante traumatizados”, dijo Amy Etheridge, madre de Wyndham, un campista de 14 años. Él relató que “al despertar encontramos más agua” y que se refugiaron como pudieron.
¿Tragedia previsible?
Expertos advierten que la tragedia hubiera podido evitarse, ya que ubicar campamentos en áreas que el propio gobierno federal ha marcado como de alto riesgo de inundación, representaba un peligro inminente. “Los mapas de FEMA muestran con claridad qué zonas se anegan primero”, señalan. En este caso, la ubicación fue tan determinante como la tormenta.
Aunque en este último caso todos están a salvo, la pregunta inevitable es por qué estos campamentos siguen operando en lugares donde el peligro es más que evidente.
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