El presidente Trump ha publicado en su red social Truth una tajante diatriba sobre sus cualidades como pacificador:
“He resuelto seis guerras en seis meses, una de ellas un posible desastre nuclear, y aun así tengo que leer y escuchar al Wall Street Journal y a muchos otros que realmente no tienen ni idea, diciéndome todo lo que estoy haciendo mal en el lío Rusia/Ucrania, que es la guerra del dormilón Joe Biden, no la mía. Solo estoy aquí para detenerla, no para continuarla. NUNCA habría sucedido si yo fuera presidente. Sé exactamente lo que hago y no necesito el consejo de quienes llevan años trabajando en todos estos conflictos y nunca pudieron hacer nada para detenerlos. Son gente “estúpida”, sin sentido común, inteligencia ni comprensión, y solo hacen que el actual desastre ruso/ucraniano sea más difícil de solucionar. A pesar de todas mis críticas superficiales y muy envidiosas, lo haré, ¡¡¡siempre lo hago!!! Presidente DJT”.
Con ese mensaje, Donald Trump no solo volvió a marcar la agenda internacional, sino que reafirmó su estrategia de presentarse como el líder capaz de cerrar conflictos que otros no pudieron. La afirmación llega en medio de las tensiones por Ucrania, donde insiste en que la guerra jamás habría estallado bajo su mandato y asegura estar decidido a cerrarla en sus propios términos.
El discurso conecta con la reunión que mantendrá con Volodymyr Zelensky y varios líderes europeos en Washington. Allí buscará reforzar la idea de que Estados Unidos debe liderar un nuevo marco de seguridad, incluso si eso implica presionar a Kiev a tomar decisiones difíciles.
Para Trump, el contraste con la administración anterior es central: mientras responsabiliza a Joe Biden por la invasión rusa, se coloca a sí mismo como garante de una paz posible, aunque aún no concreta. La cumbre en la Casa Blanca será el escenario donde deberá demostrar si sus promesas pueden traducirse en soluciones tangibles.
La relación entre Donald Trump y Vladimir Putin, reforzada tras la reciente cumbre en Alaska, añade una capa de complejidad al encuentro de hoy con el presidente ucraniano y otros líderes europeos. Aunque no hubo alto el fuego inmediato durante el diálogo en Alaska, el solo hecho de que ambos líderes discutieran garantías de seguridad y posibles ajustes territoriales dejó la impresión de que Moscú y Washington podrían explorar salidas sin la plena participación de Kiev.
Ese antecedente pesa hoy sobre la mesa de la Casa Blanca. Zelensky llega con la expectativa de un respaldo claro, pero enfrenta la incertidumbre de si Trump priorizará un acuerdo rápido con Rusia antes que las demandas ucranianas. El encuentro en Alaska, más que un avance concreto, se ha convertido en un factor de presión que condiciona la posición estadounidense en esta nueva fase de negociaciones.
Por otra parte, el enfrentamiento de Donald Trump con el Wall Street Journal, medio al que menciona directamente en su post en Truth, refleja su estrategia habitual de confrontar a los medios que cuestionan su liderazgo. Al desestimar sus críticas como “superficiales y envidiosas”, busca reforzar la idea de que solo él entiende cómo gestionar conflictos internacionales, en contraste con periodistas y analistas a los que acusa de haber fracasado durante años. Este choque no solo alimenta su narrativa de outsider frente al “establishment mediático”, sino que también conecta con su base política, que percibe en la prensa tradicional un enemigo recurrente. En el contexto de la guerra en Ucrania, su discurso apunta a consolidar autoridad frente a la opinión pública, deslegitimando cualquier visión alternativa.
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