Octubre trae celebraciones y también revelaciones. En pleno Mes de la Herencia Hispana, un informe del Latino Donor Collaborative (LDC) irrumpe con una cifra que obliga a mirar de nuevo el tablero económico de Estados Unidos y del mundo.
Según el LDC, el PIB latino alcanza $4 billones, magnitud que lo ubicaría como la quinta economía global si se midiera por separado. Para Ana Valdéz, presidenta y CEO del LDC, el motor es claro: juventud, trabajo y emprendimiento.
“Este país está hecho de inmigrantes”, dijo en Buenos días, Wall Street. “Los latinos somos los más trabajadores: por una década nuestra tasa de empleo ha estado 6–7 puntos por encima”. Además, 44% de los nuevos negocios nace de manos latinas y 52% de las nuevas viviendas es adquirida por esta comunidad.
El reporte detalla que los inmigrantes latinos aportaron $1.6 billones al PIB el año pasado. Valdéz pone el acento en la movilidad intergeneracional: “Si los papás llegaron sin nada y construyeron esta economía, imagina lo que harán sus hijos, nacidos aquí y yendo a la universidad”. También recordó un dato clave de capital humano: “94% de los jóvenes latinos nació en este país”.
El consumo latino, decisivo en una economía basada en la demanda, ya suma $4.1 billones. En lo territorial, los mexicoamericanos generan más del 75% del PIB latino en California, Texas y Arizona.
El informe introduce un ángulo demográfico: “Estamos sosteniendo a una población que envejece”, dijo. “Sin nosotros no habría retiro ni Medicare suficientes; sería un tiro en el pie para la economía”. Sobre las decisiones empresariales y públicas, fue tajante: “Quien no se da cuenta de quiénes somos, pierde la ola de crecimiento”. Y llamó a ocupar espacios: “Ese asiento en la mesa de decisiones ya lo ganamos; ahora hay que tomarlo”.
La advertencia es contundente: deportaciones masivas podrían restar $2.3 billones al PIB en 2025. Aun así, Valdéz ve resiliencia: “Tras 2009 y tras la pandemia, fuimos los primeros en recuperarnos”.
El impacto latino en EE. UU. ya es estructural: una fuerza joven que trabaja, emprende, consume e invierte, sostiene el sistema de pensiones, estabiliza la demografía y abre mercados bilingües. Integrar estos datos en políticas, consejos directivos y carteras de inversión no es un gesto simbólico: es estrategia de crecimiento.
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