En un contexto de tensiones persistentes entre las dos mayores potencias del mundo, una decisión anunciada desde Pekín volvió a poner en evidencia la fragilidad del equilibrio diplomático en Asia. El movimiento se produce tras semanas de señales cruzadas y decisiones que han incomodado a ambos gobiernos.
El gobierno de China impuso sanciones a 20 empresas de defensa estadounidenses y a 10 de sus ejecutivos en respuesta a la aprobación por parte de la administración de Donald Trump de un importante paquete de armas destinado a Taiwán. Entre las compañías afectadas se encuentran Northrop Grumman, la división de defensa de Boeing con sede en St. Louis, y varias empresas vinculadas a Anduril Industries, fundada por Palmer Luckey, quien también figura entre los sancionados.
Pekín anunció que congelará los activos de las entidades incluidas en la lista, prohibirá que realicen transacciones en China y vetará la entrada de los ejecutivos sancionados a China continental, Hong Kong y Macao. Al comunicar la medida, el Ministerio de Relaciones Exteriores chino afirmó que la aprobación estadounidense de ventas de armas “interfiere en los asuntos internos de China y socava gravemente la soberanía y la integridad territorial de China”.
Las sanciones llegan después de que Washington autorizara un paquete militar valorado en $11,100 millones, que incluye sistemas lanzamisiles Himars y obuses diseñados para reforzar la capacidad defensiva de Taiwán frente a un eventual ataque. Estados Unidos ha vendido armamento a la isla durante décadas y mantiene ese compromiso bajo la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979, que obliga a proporcionar medios defensivos al gobierno taiwanés.
Aunque el impacto económico directo de las sanciones es limitado —los contratistas de defensa estadounidenses mantienen escasa actividad comercial en China—, la decisión subraya la firme reivindicación de Pekín sobre Taiwán, una isla de gobierno democrático que considera parte de su territorio y que ha prometido recuperar, incluso por la fuerza si fuese necesario.
La aprobación del paquete de armas por parte de la administración Trump también buscó calmar las preocupaciones de legisladores estadounidenses, quienes temían que un acercamiento entre Trump y el presidente chino Xi Jinping, previsto para una reunión en abril, debilitara la postura de Washington sobre Taiwán.
El conflicto entre Taiwán y China continental se remonta a 1949, cuando el Partido Comunista tomó el control de China y el gobierno nacionalista derrotado se refugió en la isla. Desde entonces, Pekín considera a Taiwán parte de su territorio, mientras la isla mantiene un sistema democrático y un gobierno autónomo, aunque sin una declaración formal de independencia.
Más allá de su alcance práctico, la medida de Pekín envía una señal política clara: cualquier respaldo militar estadounidense a Taiwán seguirá teniendo un costo diplomático, profundizando una rivalidad que continúa definiendo el tablero geopolítico global.
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