A menudo, entre abrazos y risas infantiles, se esconden silencios que gritan más fuerte que cualquier palabra. En la rutina cotidiana, muchas mujeres se ven obligadas a equilibrar una carga que no aparece en ninguna nómina ni se reconoce en ningún contrato.
La figura de la madre ha evolucionado en las últimas décadas, pero con ella también lo ha hecho el peso de las exigencias. “Hoy día se puede trabajar desde casa, pero eso ha sido un arma de doble filo”, señala Viviana Castro, comunicadora chilena y autora del libro “Padres sanos, hijos sanos”.
Aunque la tecnología permite emprender desde el hogar, también genera una presión extra para que las madres estén siempre disponibles, tanto para sus hijos como para sus empleadores.
Viviana sostiene que la clave está en los límites. “Si tú trabajas en la casa, se mezcla mucho… muchas veces tenemos este tema de que se producen ciertas situaciones porque estamos más estresados”. Para ella, el horario es vital: trabajar, sí, pero luego desconectarse y entregarse por completo a la familia. “Después de las 7 de la tarde, me dedico a mi familia y a mis hijos”, afirma con firmeza.
Además, subraya que la decisión de ser madre debería ser también un compromiso asumido con amor, no un trabajo que merezca salario: “Ser madre no tiene que ser remunerado, es parte de la esencia”.
Su experiencia como mamá y profesional la lleva a una conclusión clara: “Podemos compatibilizar sin duda el criar con el trabajo… poniendo límites y dejando espacios para nuestros hijos”. Una visión tan poderosa como incómoda en tiempos donde todo debe ser productivo, incluso el amor.
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