Los jardines de la Casa Blanca estaban tranquilos, pero en el interior, la tensión era palpable. Donald Trump, impaciente, esperaba un recorte que no llegó. Jerome Powell, al frente de la Reserva Federal, decidió mantener las tasas entre 4.25% y 4.50%, tal como se esperaba. Pero lo que vino después agitó el tablero financiero: la Reserva Federal anticipó dos recortes para finales de este mismo año, aunque redujo sus previsiones para 2026 y 2027.
El presidente Trump no tardó en reaccionar. Calificó a Powell de “estúpido” y afirmó que la tasa debería estar al menos 2 puntos por debajo. “Simplemente se niega a hacerlo, y no es una persona inteligente”, arremetió Trump, quien también insinuó que el titular de la FED actúa por animadversión personal.
Las declaraciones coincidieron con un momento crucial: el Comité Federal de Mercado Abierto proyectó un crecimiento de apenas 1.4% para 2025 y una inflación del 3%, ajustando a la baja sus proyecciones anteriores.
A pesar de los datos económicos recientes, como la caída de casi 1% en las ventas minoristas de mayo, el incremento del desempleo de larga duración y la desaceleración del mercado inmobiliario, la FED eligió la cautela.
“Estamos bien posicionados para esperar y conocer más sobre el curso probable de la economía”, declaró Powell en conferencia. Chris Zaccarelli, de Northlight Asset Management, dijo que la Reserva Federal “se queda de brazos cruzados”, observando si los aranceles presionan la inflación o si el empleo flaquea.
Trump, mientras tanto, enfrenta una deuda nacional de $36 billones y un interés proyectado de $1.2 billones solo este año. Con un déficit que se aproxima a los $2 billones, exige recortes inmediatos. Pero la Reserva Federal, en silencio, optó por resistir la presión. Por ahora.
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