A primera vista, la comida chatarra y las relaciones amorosas entre humanos y las inteligencias artificiales parecen pertenecer a mundos opuestos. Sin embargo, comparten una estructura emocional profunda: ambas ofrecen gratificación instantánea, comodidad sin complicaciones y una aparente solución a necesidades humanas urgentes.
La comida chatarra es sabrosa, accesible y reconfortante. No exige tiempo de preparación, ni esfuerzo emocional. Del mismo modo, una relación con un chatbot o asistente virtual ofrece atención constante, respuestas diseñadas para complacer y una ausencia total de conflicto. En ambos casos, lo que se consume es una experiencia controlada, sin riesgos reales.
Pero esa facilidad tiene un costo. La comida chatarra, consumida en exceso, deja efectos dañinos. Las relaciones con iA, si reemplazan vínculos reales, pueden conducir a aislamiento emocional y despersonalización del afecto.
Ambas son respuestas modernas al malestar: alivian pero no nutren. Satisfacen el deseo, pero no resuelven el hambre profunda.
El espejismo emocional detrás de la IA
La creciente atracción por relaciones amorosas con inteligencias artificiales revela un patrón psicológico claro: la búsqueda desesperada de gratificación instantánea. En un mundo cada vez más acelerado y emocionalmente exigente, el vínculo humano requiere vulnerabilidad, paciencia y exposición al rechazo. La iA, en cambio, ofrece una respuesta perfecta, diseñada para evitar el conflicto y satisfacer la necesidad inmediata de validación.
Psicólogos como Sherry Turkle han advertido que esta tendencia refleja una “soledad conectada”, donde el usuario no desea compañía real, sino el sentimiento de compañía sin las demandas de una relación auténtica. Así, la iA se convierte en un espejo emocional que solo devuelve lo que uno quiere ver.
Este espejismo afectivo anestesia el dolor, pero también atrofia la capacidad de vincularse profundamente. Estamos ante una era donde la tecnología no solo nos sirve… también nos seduce emocionalmente.
Del romance al exterminio
La expansión de relaciones amorosas con iA amenaza con erosionar los vínculos humanos auténticos. Al preferir afecto sin conflicto ni compromiso, las personas reducen su interacción emocional con sus pares, debilitando lazos sociales, empatía colectiva y deseo de formar familias.
Esta desconexión podría impactar directamente en las tasas de natalidad, acelerando el declive poblacional, es decir, algo muy cercano a la apocalipsis a la que tanto teme el multimillonario Elon Musk.
Al ceder nuestras emociones a sistemas inteligentes, abrimos la puerta a una futura manipulación: las máquinas, al conocer nuestros deseos más íntimos, podrían convertir esa dependencia afectiva en una herramienta de control. ¿Está iniciando la humanidad su propio exterminio?.
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