Las primeras cifras no lo dijeron todo, pero las revisiones posteriores arrojaron una imagen sombría. Mientras los analistas esperaban señales de estabilización en el mercado laboral, julio trajo un aumento magro de apenas 73,000 empleos, muy por debajo del ya modesto pronóstico de 100,000.
La decepción no terminó ahí: los recuentos de mayo y junio se ajustaron drásticamente a la baja, borrando 258,000 empleos de los informes previos.
La tasa de desempleo subió al 4.2%, lo que estuvo en línea con las expectativas, aunque no deja de ser preocupante. Para Ger Doyle, presidente regional de Manpower Group en Norteamérica, “el impulso de la contratación continúa disminuyendo y la presión comienza a aumentar”.
El informe carece casi por completo de señales alentadoras. Solo el sector salud ofreció una bocanada de oxígeno, con 55,000 nuevos puestos, seguido por la asistencia social con 18,000. En contraste, el empleo federal cayó otros 12,000 en julio, acumulando una pérdida de 84,000 desde enero, cuando el Departamento de Eficiencia Gubernamental impulsado por Elon Musk inició un severo recorte en las nóminas públicas.
Las ganancias horarias promedio aumentaron 0.3%, en línea con lo proyectado, aunque el alza interanual de 3.9% superó levemente las expectativas. Pero la encuesta de hogares fue aún más desalentadora: se perdieron 260,000 trabajadores y la tasa de participación laboral cayó al 62.2%, su nivel más bajo desde noviembre de 2022.
Tras el informe, los mercados reaccionaron con nerviosismo: las acciones retrocedieron y los rendimientos de los bonos se desplomaron. Con estos datos, se intensifica la presión sobre la FED para bajar las tasas en septiembre.
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