La noche en la Interestatal 93 de New Hampshire quedó marcada por un estruendo que obligó a detener el tránsito. Entre el caos de metales retorcidos y vidrios quebrados, emergió el nombre de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y figura emblemática de la política estadounidense, quien fue hospitalizado de urgencia con lesiones de consideración.
Según la Policía Estatal, el Ford Bronco en el que viajaba Giuliani, conducido por su portavoz Ted Goodman, fue embestido por detrás a gran velocidad por un Honda HR-V manejado por una joven de 19 años. El impacto lanzó ambos vehículos contra la mediana y los dejó destrozados.
Giuliani, de 81 años, fue diagnosticado con fractura de vértebra torácica, múltiples laceraciones, contusiones y heridas en el brazo izquierdo y la pierna. “Sufrió lesiones, pero está de buen ánimo y se está recuperando tremendamente”, aseguró su jefe de seguridad, Michael Ragusa.
La policía aclaró que no se han presentado cargos y que el accidente “no fue un ataque selectivo”. Ragusa pidió a la opinión pública “abstenerse de difundir teorías conspirativas infundadas” y subrayó que el exalcalde necesita privacidad en su recuperación.
Andrew Giuliani, su hijo, envió un mensaje cargado de emoción: “Puedo decirles que me siento honrado de tener un padre al que puedo llamar el hijo de puta más duro que jamás haya visto”.
El suceso se suma a una racha de años turbulentos para Giuliani, quien pasó de ser “el alcalde de Estados Unidos” tras el 11-S a enfrentar batallas legales multimillonarias, incluyendo una sentencia de $148 millones por difamación. Aunque logró acuerdos que le permitieron conservar propiedades y pertenencias valiosas, el accidente vuelve a situarlo en el centro de la atención pública, esta vez por razones dramáticas que trascienden la política.
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