Lo que comenzó como una operación migratoria terminó en un conflicto inesperado entre dos aliados estratégicos. Corea del Sur y Estados Unidos se vieron obligados a negociar a contrarreloj después de que cientos de ciudadanos surcoreanos fueran detenidos en una redada masiva en una planta en construcción de Hyundai en Georgia. La tensión diplomática escaló con rapidez y puso en el centro del debate la forma en que Washington aplica sus políticas de inmigración en plena expansión de la inversión extranjera.
Kang Hoon-sik, jefe de gabinete de la oficina presidencial de Corea del Sur, declaró que “Seúl ha concluido las conversaciones con Estados Unidos para liberar a los ciudadanos coreanos detenidos en la redada del jueves”. Según adelantó, un avión fletado viajará a territorio estadounidense para repatriarlos una vez completados los trámites. Previamente se deben surtir trámites internos que se están gestionando en estos momentos.
El Ministerio de Relaciones Exteriores surcoreano confirmó que entre los 475 arrestados, al menos 300 eran surcoreanos, muchos con visas B-1 para fines de capacitación. Por ahora se desconoce si a los surcoreanos detenidos se les permite salir voluntariamente o serán deportados. Hasta el viernes, Estados Unidos había confirmado que no se habían presentado cargos penales.
El jefe de la frontera estadounidense, Tom Homan, defendió la operación asegurando que “verán muchos más operativos de control en lugares de trabajo” y justificó la medida porque “es un delito contratar a sabiendas a un inmigrante ilegal”. La redada sorprendió tanto a Hyundai como a LG Energy, que reconoció que 47 de sus empleados fueron detenidos, además de cientos de contratistas.
La situación obligó a LG a suspender viajes de negocios a EE. UU., mientras Hyundai pidió cautela a sus trabajadores al viajar. El ministro de Exteriores, Cho Hyun, viajará a Washington para solicitar cooperación adicional y evitar incidentes similares.
La controversia llega en un momento delicado. Hyundai ha comprometido inversiones por $26,000 millones en EE. UU., y Corea del Sur firmó en julio acuerdos que suman $350,000 millones en proyectos estratégicos más $100,000 millones en compras energéticas. Corea del Sur ha sido uno de los mayores inversores extranjeros directos en Estados Unidos.
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