Un sector que durante años impulsó la economía estadounidense comienza a mostrar señales de agotamiento. Tras el auge pospandemia, la presión de los altos precios y las tasas de interés ha llevado a miles de conductores a atrasarse en los pagos de sus vehículos, afectando especialmente a los compradores con ingresos bajos y crédito limitado.
Según Fitch Ratings, más del 6% de los préstamos para automóviles de alto riesgo presentan atrasos de 60 días o más, el nivel más alto registrado. En paralelo, el porcentaje de compradores con puntajes crediticios inferiores a 650 alcanzó casi 14%, la cifra más alta desde 2016, de acuerdo con JD Power. Los embargos también se dispararon: 1.73 millones de vehículos fueron recuperados el año pasado, el número más alto desde 2009, según Cox Automotive.
La situación refleja cómo los consumidores han tenido que estirar sus presupuestos para mantener su movilidad, incluso cuando los salarios se estancan y el desempleo repunta. “Muchos compradores asumieron precios e intereses más altos de los que podían manejar”, explicó Joelle Scally, del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
El impacto alcanzó a entidades crediticias como Tricolor Holdings, especializada en clientes con poco historial o sin número de Seguridad Social, que se declaró en quiebra y enfrenta acusaciones de fraude. Analistas de S&P Global advirtieron que el endurecimiento de las políticas migratorias agrava el panorama para consumidores con acceso limitado al crédito, muchos de ellos inmigrantes.
A pesar del riesgo, los inversionistas de Wall Street siguen comprando bonos respaldados por préstamos subprime, confiados en que los estándares actuales reducirán futuras pérdidas. Sin embargo, el aumento de pagos mensuales —con promedios de más de $750 y casi 20% superando los $1,000— evidencia una tensión creciente entre el costo de vida y la capacidad de pago.
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