El silencio de los pasillos federales comienza a sentirse en cada rincón del país. Miles de empleados públicos sin salario, servicios detenidos y un Congreso dividido son el rostro visible de un cierre de gobierno que, tras 13 días y avanzando, amenaza con extenderse más allá de lo tolerable.
Desde el Zoológico Nacional hasta los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los efectos son palpables: vuelos con retrasos, despidos masivos y programas esenciales paralizados, como el seguro federal contra inundaciones (NFIP), clave en plena temporada de huracanes. Economistas advierten que si el cierre supera las tres semanas, las repercusiones podrían sentirse con fuerza en los mercados financieros, empujando a los inversionistas hacia refugios más seguros.
Lo más simbólico, y también lo más irritante para la opinión pública, es que mientras miles de empleados federales esperan un cheque que no llega, el presidente y los congresistas continúan cobrando sin interrupción. Las imágenes de trabajadores haciendo fila para recibir asistencia alimentaria han desatado indignación y un creciente sentimiento de frustración nacional.
La falta de acuerdo en el Congreso tiene un trasfondo más profundo que en cierres anteriores. Si en 2018 el debate giraba en torno al financiamiento del muro fronterizo, hoy el conflicto es esencialmente económico: recortes en ayudas externas, ajustes presupuestarios y desacuerdos sobre programas sociales clave.
Mike Johnson, presidente de la Cámara, advirtió que este podría ser “uno de los shutdowns más largos de la historia”. Mientras tanto, se acumulan los efectos: tribunales federales cerrados, pagos suspendidos y el ejército trabajando sin recibir salario. Analistas recuerdan que la economía actual no tiene el mismo margen de resistencia que en 2018, lo que aumenta la preocupación sobre un daño más profundo y prolongado.
Para la comunidad latina en EE.UU., esta crisis impacta directamente: muchos trabajan en sectores vinculados a servicios federales, transporte y contrataciones públicas. Cada día sin solución significa menos ingresos, más incertidumbre y un recordatorio de que la estabilidad económica también depende de decisiones políticas que parecen cada vez más distantes de la realidad cotidiana.
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