En un ambiente económico marcado por tensiones políticas y señales mixtas del mercado laboral, la última decisión de política monetaria dejó al descubierto un nivel de desacuerdo pocas veces visto dentro del banco central. La votación mostró una FED más fragmentada justo cuando el rumbo de las tasas se vuelve crucial para inversionistas y hogares.
Tres funcionarios discreparon de la reducción de un cuarto de punto porcentual en la tasa de los fondos federales, convirtiendo la decisión en la más divisiva desde 2019. Austan Goolsbee, de la Reserva Federal de Chicago, y Jeffrey Schmid, de Kansas City, votaron por no reducir la tasa, mientras que Stephen Miran volvió a exigir un recorte de medio punto. Fue su tercera disidencia consecutiva, replicando sus posiciones de septiembre y octubre. Además, otros cuatro participantes sin voto expresaron objeciones leves al movimiento.
Los responsables de política monetaria también proyectaron que las tasas cerrarían el año en el rango previo de 3.75%–4%, reflejando cautela ante un entorno económico menos predecible. Para Kay Haigh, de Goldman Sachs Asset Management, los “disensos duros” y “disensos suaves” evidencian “el bloque agresivo de la Fed”, y el reajuste del lenguaje sobre futuras decisiones buscó “apaciguarlos”. Haigh advirtió que, aunque hay espacio para recortes adicionales, “la debilidad del mercado laboral tendrá que superar un alto nivel de exigencia”.
Christopher Rupkey, de FWDBONDS, interpretó los desacuerdos como señales de un giro más profundo: “se perciben vientos de cambio”. Afirmó que con un nuevo liderazgo en 2026 “habrá más recortes de tasas”, alineados con las prioridades económicas de “Trump 2.0”.
La creciente distancia entre visiones internas confirma que la FED avanza hacia un periodo en el que cada decisión será más disputada y estratégica que nunca.
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