El comerciante de autos usados en línea ha perdido el 97% de su valor en lo que va del año. Hace tan solo unos meses la empresa arrancó el 2022 como el favorito de los inversores, sin embargo finaliza con una muy alta probabilidad de quiebra.
Críticas sobre la gestión, malas decisiones comerciales y deficiente servicio al cliente, fueron comunes durante los últimos meses. A pesar de ello voceros de Carvana se sostienen en que existen “Millones de clientes satisfechos que han respondido positivamente al modelo de comercio electrónico y esto los ha convertido en el minorista de automóviles usados de más rápido crecimiento en la historia de los EE.UU “.
Carvana vendió alrededor de 425,000 autos usados por año a través de un mercado en línea que le permitió comprar y vender en todo el país, ya sea entregando autos en los hogares de los compradores o haciendo entregas a través de “máquinas expendedoras” ubicadas en 34 ciudades estadounidenses.
La compañía comenzó hace 10 años cuando su cofundador y director ejecutivo, Eddie García III, se dispuso a transformar una industria anticuada y fragmentada. El negocio de los autos usados consistía en miles de pequeños comerciantes con poco poder y una mala reputación.
Para ese entonces, el jugador más grande era Carmax y tenía tan solo un 3,6% de participación en el mercado. Carvana pretendía superar eso y transformar todo el negocio de los autos usados, de la forma en que Uber (UBER) se convirtió en un gigante en el servicio de automóviles y AirBnB (ABNB) en hotelería.
Carvana se lanzó al mercado bursátil en 2017 y luego de eso duplicó su tamaño cada año, con un crecimiento anual medio de ingresos del 133 % hasta 2021. La empresa navegó la pandemia de COVID, con ventas que aumentaron de $3.9 mil millones en 2019 a $12.8 mil millones en 2021. Sin embargo no fue suficiente y a la fecha nunca han obtenido una ganancia anual. Pero eso no es inusual ya que Tesla, por ejemplo, tardó 15 años en obtener su primera ganancia anual y lo logró en 2020.
El primer gran problema para Carvana fue la inflación. Los precios de los automóviles se dispararon en 2021, ya que la escasez de semiconductores redujo drásticamente la oferta de automóviles nuevos. En cambio, muchos compradores cambiaron a vehículos usados, y la inflación de los autos usados alcanzó un récord del 41% interanual en enero.
Esa fue una alarma de que las industrias sensibles a las tasas, como la vivienda y los automóviles, se desacelerarían, quizás dramáticamente, a medida que las tasas de interés crecieran. Al mismo tiempo, los pagos de estímulo de la era COVID que muchos consumidores usaban para financiar grandes compras comenzaban a agotarse.
Carvana continuó con una ola de contrataciones que incrementaron los costos laborales haciendo que las finanzas de la empresa se descontrolaran. Entonces el mercado comenzó a cambiar de rumbo. Carvana informó sobre su primera disminución de ingresos trimestrales a principios de 2022 y en mayo empezó a despedir empleados.
Durante los primeros seis meses de 2022, Tiger Global Management, D1 Capital Partners, Whale Rock Capital Management y Sands Capital Management vendieron prácticamente todas sus acciones en Carvana, según S&P Capital IQ. A fines de junio, el precio de las acciones se había desplomado de $232 a $23, una caída del 90%.
En febrero, Carvana dijo que planeaba comprar Adesa, una compañía de subastas de autos usados con la cual cerró el trato en mayo, a pesar de la caída del precio de las acciones y el deterioro de las condiciones del mercado. Para financiar esta decisión, Carvana tomó prestados $3.300 millones a una tasa de interés del 10.25%. Esta deuda añadida casi triplicó los gastos por intereses de la empresa durante los primeros nueve meses de 2022, en comparación con 2021.
El crecimiento de los ingresos durante el mismo período se redujeron a solo un 18%. Carvana nunca había generado un flujo de efectivo positivo y su tasa de consumo de efectivo se aceleró a medida que asumía nuevas deudas.
Los inversores comenzaron a preocuparse de que Carvana simplemente se quedara sin dinero. En junio, la firma de investigación New Constructs agregó a Carvana a su lista de “acciones zombis”, empresas que corren el riesgo de quebrar si no pueden recaudar capital adicional.
La firma de investigación argumentó que las acciones de Carvana que entonces rondaban los $25, solo valían $5, y que la valoración en ese momento suponía un rendimiento operativo inverosímil en los próximos meses.
Carvana tiene como objetivo comprar vehículos usados y revenderlos lo más rápido posible y así mantener un bajo nivel de inventario. En algunos casos, los clientes recibían autos antes de que estuvieran debidamente registrados. Algunos compradores descubrieron que no podían conducir legalmente los vehículos comprados. Carvana reconoció los problemas e incluso formó un “grupo de trabajo de autos no manejables, sin embargo ya ha sido demandado ante tribunales por estos hechos.
En el tercer trimestre de este año, vendió menos autos que el año anterior, un raro revés en las ventas de unidades. Los ingresos también cayeron y la ganancia bruta por unidad se redujo de $4.67 a $3.50.
En noviembre, el servicio de calificación de Moody’s cambió su perspectiva para Carvana de estable a negativa, citando “falta persistente de rentabilidad y generación negativa de flujo de caja libre que siempre ha estado por debajo de las expectativas de Moody’s”, con “riesgo de incumplimiento de deuda muy alto.”
La pregunta ahora parece ser si Carvana podrá obtener nueva financiación para mantenerse por fuera de la bancarrota.
El mercado aún guarda esperansa e incluso Moody’s reconoce “la posición favorable de Carvana en el segmento minorista de autos usados y sus modelos únicos de pedidos y entregas”.