Las luces de Wall Street apenas habían encendido cuando una cifra estremeció a los inversionistas: $214.80. No era solo un número más, sino el valor al que cayeron las acciones de Tesla, perforando un nivel que Howard Lutnick, Secretario de Comercio, había calificado como “nunca tan barato” (‘Never This Cheap’).
Todo comenzó con optimismo. El 19 de marzo, Lutnick declaró en Fox News que Tesla a $235.86 era una ganga que no se repetiría. Incluso Elon Musk, al día siguiente, animó a sus empleados a no vender sus acciones. Pero la euforia fue efímera. Tesla se desplomó más de 10% en una sola jornada, arrastrada por un mercado global en crisis y una marca en declive.
Daniel Ives, uno de los analistas más optimistas de Tesla, redujo su precio objetivo en más de 40%, culpando a la “crisis de marca” generada por Musk y a las políticas comerciales de Trump.
Las acciones de Tesla han caído un 50% desde su máximo histórico alcanzado a mediados de diciembre.
El panorama se oscureció aún más tras el informe del primer trimestre: las entregas de vehículos quedaron por debajo de las expectativas, alcanzando su nivel más bajo desde 2022. Ryan Brinkman, de JPMorgan, confesó haber subestimado el “daño a la marca sin precedentes”.
La amenaza de los aranceles del 25% también se cierne sobre Tesla. Aunque está algo protegida, Musk advirtió que “la cadena de suministro en general y su presencia global” se verán afectadas. Ives alertó que el efecto en China será profundo, ya que los consumidores podrían volcarse hacia marcas locales como BYD, Nio o Xpeng. La caída apenas comienza… y nadie parece saber dónde está el fondo.
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