El fin de semana dejó a miles de viajeros varados y a la aerolínea más grande de Canadá enfrentando una de las crisis más costosas de su historia. Los auxiliares de vuelo de Air Canada abandonaron sus puestos desde el sábado, paralizando cerca de 700 vuelos diarios y forzando a la empresa a suspender por completo sus operaciones.
El lunes, la Junta de Relaciones Industriales de Canadá declaró que el paro era ilegal y ordenó a los miembros del Sindicato Canadiense de Empleados Públicos regresar a sus puestos de inmediato.
“Se ordena a los miembros de la unidad de negociación del sindicato que reanuden sus funciones inmediatamente y se abstengan de participar en actividades de huelga ilegales”, firmó Jennifer Webster, vicepresidenta del organismo. La instrucción fue emitida a petición de Air Canada, que aseguró estar comprometida a reanudar sus vuelos lo antes posible.
El impacto económico es abrumador. James McGarragle, analista del Royal Bank of Canada, calculó que las pérdidas ascienden a $61 millones diarios, lo que podría recortar $300 millones semanales en ganancias antes de impuestos y otros gastos. Antes de suspender su orientación financiera, Air Canada había proyectado utilidades anuales ajustadas entre $3,200 millones y $3,600 millones.
El primer ministro Mark Carney lamentó la falta de acuerdos, asegurando que “es decepcionante que las negociaciones no hayan dado como resultado un nuevo contrato laboral”. También recordó que los auxiliares de vuelo cumplen un rol esencial para la seguridad y comodidad de los pasajeros y que merecen una compensación justa. Mientras tanto, las cancelaciones ya superan el medio millón de boletos y la incertidumbre persiste sobre cómo y cuándo se normalizarán las operaciones.
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