La jornada comenzó con incertidumbre, continuó con emoción y terminó con una escena que pocos habrían imaginado hace solo semanas: Donald Trump, flanqueado por líderes árabes y europeos, rubricando un documento que declara el fin de la guerra en Gaza.
Desde Egipto, el presidente estadounidense habló de “un nuevo amanecer en Medio Oriente”, mientras el mundo observaba un gesto que podría redefinir el equilibrio político y humanitario de la región.
Un acuerdo que cambia el rumbo
En la cumbre de Sharm el-Sheikh, Trump anunció oficialmente el alto el fuego entre Israel y Hamás, tras un complejo intercambio de rehenes y prisioneros. Hamás liberó a 20 rehenes israelíes vivos y entregó cuatro cuerpos, mientras Israel liberó a unos 2,000 prisioneros palestinos y detenidos de Gaza. El acuerdo, respaldado por Egipto, Turquía y Qatar, contempla una segunda fase que abordará la desmilitarización de Gaza y la creación de una fuerza policial civil para garantizar la seguridad.
“Este es el día por el que el mundo ha estado orando”, dijo Trump al firmar el documento. Elogió a los mediadores y agradeció a países como Egipto, Pakistán y la Unión Europea por su cooperación. Prometió además “una gran cantidad de dinero y reconstrucción en Gaza”, señalando que varias naciones de “gran riqueza y poder” ya se comprometieron a contribuir.
La Junta de Paz: un nuevo modelo de gobernanza
Uno de los pilares del acuerdo es la creación de la Junta de Paz de Gaza, una autoridad internacional temporal que administrará el enclave mientras se prepara una transición política. Este organismo, impulsado por el plan de 20 puntos de Trump, estaría presidido por el propio mandatario y contaría con figuras internacionales, entre ellas el ex primer ministro británico Tony Blair, quien asistió a la cumbre.
Blair sería una figura polémica por su papel en la invasión de Irak en 2003, pero su presencia refleja el deseo de Washington de combinar experiencia con control internacional. La Junta, respaldada por la ONU, coordinará la reconstrucción, la seguridad y la administración civil de Gaza durante varios años.
Reacciones globales y la mirada puesta en Egipto
Trump destacó el papel del presidente egipcio Abdel Fattah El-Sisi, a quien agradeció por su influencia sobre Hamás. “Egipto fue clave; Hamás respeta a este país y a su liderazgo”, afirmó. La tregua representa un respiro para El Cairo, que temía un colapso humanitario en su frontera y una ola de desplazamientos palestinos.
Las imágenes de reencuentros entre familias israelíes y los rehenes liberados dieron un matiz humano al acuerdo. En hospitales de Israel, las lágrimas y los abrazos reemplazaron meses de angustia. Al mismo tiempo, multitudes en Gaza recibieron con vítores a los prisioneros palestinos que regresaban. La ONU informó que más de 310,000 palestinos han regresado al norte del enclave desde el inicio del alto el fuego, mientras Israel autorizó la entrada de 190,000 toneladas de ayuda humanitaria.
Washington y Kiev: nuevos retos tras la paz
Tras la firma, Trump partió hacia Washington, donde recibirá al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. El encuentro busca reforzar el apoyo militar a Kiev y explorar una estrategia diplomática similar para resolver el conflicto con Rusia. “Quiero ver esta guerra resuelta”, afirmó Trump antes de abandonar Egipto.
El presidente también pidió al mandatario israelí que indulte a Benjamin Netanyahu, acusado de corrupción, gesto que busca consolidar la estabilidad política interna en Israel antes de la segunda fase del acuerdo, enfocada en la gobernanza de Gaza y el desarme de Hamás.
La diplomacia estadounidense, bajo su liderazgo, intenta proyectar una imagen de eficacia tras años de crisis internacionales. Con el acuerdo de Gaza, Trump se posiciona nuevamente como el arquitecto de un orden geopolítico pragmático, centrado en acuerdos directos y resultados visibles.
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