En cafeterías, talleres y restaurantes de todo el país, los estadounidenses de bajos ingresos están haciendo algo que antes parecía exclusivo de las élites financieras: invertir en el mercado de valores. Con teléfonos en mano y acceso a plataformas sin comisiones, una nueva ola de pequeños inversionistas está transformando el panorama bursátil.
Un joven de 25 años que trabaja en un restaurante chino en Tampa, Florida, gana unos $40,000 al año, pero pasa cada momento libre analizando acciones. Tras apostar con éxito por Alibaba en 2022, su cuenta de corretaje supera las seis cifras y ahora planea comprar su primera casa. “Ya no tengo que preocuparme por vivir al día”, dice.
Casos como el joven de Tampa, hacen parte de un cambio histórico. Por primera vez, la mayoría de los estadounidenses con ingresos entre $30,000 y $80,000 poseen cuentas de inversión, según una encuesta de Commonwealth y la Fundación BlackRock realizada a 2,750 adultos. De ellos, el 54% tiene inversiones sujetas a impuestos, y la mitad ingresó al mercado en los últimos cinco años.
El fenómeno ha sido impulsado por aplicaciones como Robinhood y Webull, que eliminaron las barreras de entrada al ofrecer operaciones sin comisiones y asesorías digitales. Además, las redes sociales se han convertido en centros de intercambio de estrategias, donde inversionistas minoristas buscan replicar éxitos virales. Esta democratización del acceso a la bolsa ha convertido a la clase trabajadora en un actor cada vez más influyente.
El auge de los pequeños inversionistas en EE. UU. está desafiando las reglas tradicionales del mercado financiero. Lo que antes era un espacio reservado para analistas y fondos de inversión ahora se ha abierto a trabajadores con ingresos modestos que buscan independencia económica. Las aplicaciones móviles, las redes sociales y la eliminación de las comisiones por transacción han derribado barreras históricas. Hoy, los jóvenes de clase media baja no solo ahorran: estudian gráficos, siguen foros bursátiles y se convierten en participantes activos del mercado.
Invertir dejó de ser un privilegio y se convirtió en una herramienta de movilidad social. Para muchos trabajadores, incluidos los latinos, poner dinero en la bolsa significa dejar atrás la dependencia del salario y construir estabilidad a largo plazo. Aunque el riesgo es alto, la posibilidad de multiplicar los ahorros y acceder a una seguridad financiera antes inalcanzable está reconfigurando la economía popular estadounidense.
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