La historia parecía sacada de una película de ciencia ficción, pero el verdadero guionista no fue Hollywood: fue el propio gobierno de Estados Unidos, según lo revela un artículo investigativo del prestigioso diario The Wall Street Journal.
Durante la Guerra Fría, la Fuerza Aérea recurrió a una táctica inusual. Para ocultar el desarrollo de aviones secretos como el F-117, un coronel difundió imágenes falsas de platillos voladores cerca del Área 51. El plan funcionó: “Mejor que piensen que viene de Andrómeda”, confesó décadas después. Esta maniobra fue uno de los muchos hallazgos de la AARO, la oficina del Pentágono creada por orden del Congreso para investigar fenómenos aéreos anómalos.
Un informe oficial publicado en 2024 desmintió la existencia de tecnología extraterrestre oculta. Pero lo que no dijo fue más inquietante: muchas de las teorías conspirativas fueron creadas o alimentadas por el propio gobierno. Desde rituales de novatadas con informes falsos hasta maniobras de desinformación interna, las instituciones sembraron deliberadamente confusión.
Sean Kirkpatrick, jefe de la AARO, halló prácticas donde a oficiales se les hacía creer que formaban parte de un programa secreto llamado Yankee Blue. “Firmaron acuerdos de confidencialidad. Creyeron que era real”, se informó a la directora de inteligencia nacional.
Uno de los episodios más recordados ocurrió en 1967. El capitán Robert Salas, desde un búnker en Montana, vio cómo diez misiles nucleares quedaban desactivados mientras un objeto brillante flotaba sobre la base. Para él, fue una intervención alienígena. Para los investigadores, una prueba secreta con generadores electromagnéticos. El artefacto, montado sobre una torre, emitía una ráfaga de energía que desactivaba los sistemas sin necesidad de una explosión nuclear. Nadie informó a Salas. “Nunca nos dijeron la verdad”, afirmó más de cinco décadas después.
Kirkpatrick descubrió que los relatos que alimentaron la cultura OVNI fueron en gran parte consecuencia del secretismo militar. Documentos manipulados, declaraciones silenciadas y rumores deliberadamente esparcidos por la propia Fuerza Aérea crearon el mito. Algunas prácticas eran tan absurdas como peligrosas: un oficial de alto rango temía ser ejecutado si hablaba del supuesto programa alienígena. Todo fue parte de una elaborada broma de iniciación.
La presión de la Fuerza Aérea impidió que estos hallazgos fueran incluidos en el informe público. Pero los testimonios, registros y correos revelan una verdad incómoda: el mito OVNI, tal como lo conocemos, nació no de encuentros del tercer tipo, sino de una estrategia de distracción diseñada por quienes se suponía debían proteger la verdad.
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