El 18 de junio de 2025, el ayatolá Ali Khamenei publicó en su cuenta oficial de X: “If the U.S. attacks Iran, the damage they will suffer will be definitely irreparable” (“Si Estados Unidos ataca a Irán, el daño que sufrirán será definitivamente irreparable”).
La frase, contundente y sin ambigüedad, refleja una advertencia directa a Estados Unidos en medio de crecientes tensiones regionales y la confirmación de que aviones B-2 han utilizado la bomba más potente no nuclear que existe en el planeta para destruir instalaciones nucleares iraníes.
Khamenei no deja espacio a interpretaciones: un ataque sería respondido con consecuencias que, según él, marcarían un antes y un después para Washington.
En menos de 20 palabras, el líder supremo encapsula una amenaza estratégica con resonancia global, dirigida a sus adversarios y que ahora el líder iraní podría llevar a la realidad.
Una amenaza que sin duda se materializará
La respuesta de Teherán podría incluir una ofensiva con misiles balísticos de corto y mediano alcance contra bases estadounidenses en Irak, Siria o el Golfo Pérsico.
Otra posible acción sería activar milicias aliadas en la región —como Hezbolá en Líbano o los hutíes en Yemen— para golpear intereses de EE. UU. e Israel, generando una guerra por delegación. Además, Irán podría atacar rutas estratégicas, paralizando el comercio petrolero global. Con estas acciones, buscaría cumplir su advertencia de infligir un daño “irreparable” sin recurrir a un enfrentamiento directo y total.
Entre los posibles blancos comerciales estarían empresas petroleras estadounidenses, navieras asociadas al comercio en el Golfo Pérsico o infraestructura energética aliada en Medio Oriente.
El estrecho de Ormuz sería clave: si Irán lo bloquea o sabotea, afectaría gravemente la economía global, encareciendo el petróleo y generando presión política interna en EE. UU.
¿Ataques terroristas serían una opción?
En un escenario más extremo y al verse debilitado, Irán podría apoyar o activar células aliadas en otros países para llevar a cabo ataques terroristas contra población civil estadounidense o de sus aliados, principalmente Israel.
Es un riesgo alto para Teherán pero no es descartable: atentados coordinados, ciberataques o acciones tipo “lobo solitario” podrían formar parte de esa respuesta asimétrica.
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