Ni una noche entera de votaciones ni una mayoría republicana sólida fueron suficientes para sellar la victoria definitiva. Lo que se logró en el Senado aún puede derrumbarse en los próximos días.
Una aprobación por los pelos
Tras una maratónica sesión de votaciones, el Senado aprobó el megaproyecto de ley de Donald Trump con un estrecho margen de 51 a 50. El voto decisivo fue emitido por el vicepresidente J.D. Vance.
La sesión estuvo marcada por la tensión, ya que tres senadores republicanos —Thom Tillis, Rand Paul y Susan Collins— rompieron filas y votaron en contra. Aunque el líder de la mayoría, John Thune, celebró el resultado como un triunfo, muchos reconocen que la verdadera batalla está lejos de terminar.
El verdadero obstáculo: la Cámara de Representantes
Ahora, el proyecto llega a la Cámara, donde su futuro es incierto. Allí, el presidente Mike Johnson solo puede perder tres votos si desea mantener el respaldo republicano. El problema es que varios legisladores que apoyaron la primera versión en mayo ya están expresando dudas sobre los nuevos cambios introducidos por el Senado, entre ellos los recortes más profundos a Medicaid.
Además, la Oficina de Presupuesto del Congreso proyectó que la legislación añadirá al menos $3 billones al déficit federal en los próximos diez años, algo que incomoda a los conservadores fiscales. “No votaría a favor tal como está”, advirtió el representante Chip Roy, quien criticó públicamente la estrategia de apurar el voto usando como presión la fecha del 4 de julio.
Presión desde arriba y divisiones expuestas
Mientras tanto, Donald Trump intensificó su presión. “A mis amigos del Senado: enciérrense en una habitación si es necesario, no se vayan a casa y CIERREN EL ACUERDO ESTA SEMANA”, escribió en Truth Social. Su mensaje refleja la urgencia del gobierno por convertir este paquete legislativo en una victoria política antes de su plazo autoimpuesto.
Durante el proceso, los republicanos votaron decenas de enmiendas, muchas sin efecto sustancial sobre el contenido del proyecto. Sin embargo, los demócratas aprovecharon la oportunidad para forzar a los senadores conservadores a tomar posturas públicas sobre temas delicados. La votación de 24 horas no solo fue agotadora, sino que dejó al descubierto las fisuras dentro del partido.
El “gran y hermoso proyecto de ley” de Trump, rebautizado irónicamente por sus críticos como “OBBB”, ha superado su primera gran prueba, pero su camino hacia la ley sigue empinado. El tiempo corre y las dudas crecen. La Cámara tiene la última palabra.
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