Un anuncio en el Pentágono encendió titulares y comentarios cruzados: el secretario de Defensa, Pete Hegseth, reveló que pilotos de la Fuerza Aérea del Emir de Qatar entrenarán junto a personal estadounidense en la Base Aérea de Mountain Home, Idaho.
El proyecto, presentado como un nuevo paso en la interoperabilidad con un socio estratégico de Oriente Medio, llegará con infraestructura específica para operar F-15QA y ejercicios combinados. La noticia ocurre en vísperas de reuniones clave entre Washington y Doha, con la agenda de seguridad en el centro.
El equipo de Defensa enfatizó que se trata de cooperación en una instalación estadounidense ya existente y bajo control de la USAF, un punto que Hegseth subrayó tras la reacción negativa de algunos aliados políticos del presidente Donald Trump.
“No habrá una base qatarí en suelo estadounidense”, remarcó, aludiendo a críticas que retrataron el proyecto como una cesión de soberanía. En paralelo, el recordatorio de la importancia de Qatar no es menor: en Al-Udeid operan unos 10,000 efectivos estadounidenses, lo que convierte a esa base en un pivote para operaciones en la región. Mountain Home, por su parte, ya alberga un destacamento de F-15 de Singapur para adiestramiento.
La relación bilateral ha ganado densidad con episodios recientes: desde la cooperación en seguridad hasta el polémico regalo de un Boeing 747 valorado en $400 millones por parte de la familia real qatarí, cuya entrega —según reportes— terminaría vinculada a la futura biblioteca presidencial de Trump.
Ese gesto reavivó críticas sobre posibles conflictos de interés, mientras el ecosistema empresarial de Trump explora proyectos en Doha, Dubai, Jeddah y Mascate. En ese tablero, el entrenamiento F-15QA se interpreta como otro eslabón de una cadena más amplia de alineamientos, logística y diplomacia militar.
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