Donald Trump ha anunciado que, a partir del 2 de abril, impondrá aranceles generalizados del 25% a todos los productos importados desde México y Canadá. Justifica la medida como una defensa de la industria estadounidense, acusando a sus vecinos de aprovecharse del comercio bilateral.
Esta decisión, si se ejecuta, representaría una ruptura frontal con el espíritu del T-MEC y encendería las alarmas tanto en los mercados como en los gobiernos involucrados.
Presión política o táctica negociadora
Aunque Trump sostiene un tono inflexible, su historial sugiere que podría estar utilizando esta amenaza como herramienta de presión. En ocasiones anteriores ha retrocedido tras conseguir concesiones. Aun así, esta vez el lenguaje ha sido más directo y menos abierto a negociaciones.
Desde México ya se alzaron voces en defensa de la soberanía económica y en Canadá se advierte que las represalias serían inmediatas y proporcionales. Trump podría ceder, pero solo si obtiene beneficios claros en seguridad fronteriza o comercio agrícola.
Impacto económico y social a ambos lados de la frontera
El comercio entre EE. UU., México y Canadá mueve más de $1.5 billones al año. Imponer aranceles del 25% afectaría precios, empleos, inversión extranjera y producción industrial. En sectores como el automotriz, agrícola o de bienes de consumo, se anticipan aumentos de precios inmediatos, escasez de componentes y parálisis logística.
El consumidor estadounidense asumiría el costo más visible, con una inflación que impactaría especialmente a las clases medias y bajas. Para México, que envía más del 80% de sus exportaciones a EE. UU., la consecuencia sería devastadora: pérdida masiva de empleos, caída del PIB y aumento de la presión migratoria.
Tensión regional y riesgos a largo plazo
Políticamente, este movimiento amenaza con desestabilizar una relación estratégica construida durante décadas.
Si el T-MEC se vuelve irrelevante o se rompe, se perdería el marco legal que da confianza a las empresas para invertir a largo plazo. Además, la medida reforzaría la percepción de que Estados Unidos actúa de forma unilateral e impredecible, lo que empujaría a sus vecinos a buscar alternativas en Asia o Europa. Si Trump cumple su amenaza sin concesiones ni diálogo, podría abrir una nueva era de tensiones, debilitando la integración regional justo cuando el mundo exige bloques sólidos y cooperación económica.